Genaro Maza Vera
Docente y escritor, nació el 25 de Agosto de 1946,
siendo sus padres don Genaro Maza More y doña Petronila Vera Machero de Maza.
Realizó sus
estudios primarios en el C.E. 1041, los
secundarios en la GUE “Carlos Augusto Salaverry” y los superiores en la Escuela
Normal superior “Almirante Miguel Grau” de Piura, en la especialidad Lenguaje y
Literatura. Al terminar ingresó a la docencia, laborando primero en Lancones, que más tarde le
sirviera de tema para uno de sus relatos. Después laboró en la GUE “CAS”
En 1968 en
los Juegos Florales organizados por la Escuela Normal, ganó el 1er. Premio en
Prosa, con el relato “Los titanes de la vida” En 1980, obtiene la 1ra. Mención Honrosa”, en el
concurso del Cuento Corto Piurano, promovido por Petro Perú, con el cuento
“Señor Director”. En 1982 logra el 1er. Premio
Regional de Cultura, en el concurso “Rómulo Zaldívar”, promovido por el
INC de Piura con “Relatos de frontera”. Luego obtiene el 1er. Puesto en Poesía
en el Concurso organizado por la Cámara Junior de Sullana con ocasión del Bicentenario del nacimiento de Simón
Bolívar. En 1984 logra en Sullana, el 1er. Puesto en los Juegos Florales Municipales
de Poesía y Cuento. En 1985 es ganador de una beca del Ministerio de Educación.
En 1991 publicó, la selección de cuentos, “La Justicia de Patrocinio”, luego
vienen “Ruinas” y “El grito”. En 1993 “El proceso literario de la Región
Grau”. Ha publicado también una selección de
cuentos con el título ,La justicia de Patrocinio.. También:El pacto de mister
Leigh, La dama del estuario, Mitos y leyendas de Piura y Tumbes etc.
Desde 1996
Genaro Maza vive en Piura, donde se dedica a la docencia y tiene una editorial.
Entresus obras están:
- “La justicia de
Patrocinio”-
1991.
- “El pacto de mister
Leigh”
- “La dama del estuario”
- “Mitos y leyendas de
Piura y Tumbes”, entre otras.
Hubo una época en nuestra
frontera, peor que la de ahora, en que los años fueron malísimos. No
llovía nada de nada sobre nuestras cerrerías. Los cerros se hallaban
completamente pelados. Los animalitos, como los chivos, vacas, gallinas,
perros y burros eran puro esqueleto. Lo único que reinaba era un sol
fuerte que todo lo quemaba. Los algarrobos, gualtacos. ceibos y los
overales no eran mas que seres cenizos que se retorcían clamando al
ciclo por un poco de agua.
En Jaguay Alto, un pequeño
caserío refundido allí por los cerros, vivían tres campesinos y
crianderos de ganado cabrío que eran bien unidos. Se llamaban Domingo.
Hortensio y Arnaldo. Acostumbraban a reunirse por las tardes, a jugar
casino y a darse esperanzas sobre la pronta llegada de los aguaceros.
Así pasaban el tiempo, hasta que un día, Domingo les propuso:
•
Bueno, muchachos. ¿Qué es lo que estamos esperando aquí? Sólo la muerte
nomas; hasta el jaguay se esta secando. Vámonos mejor a buscarnos la
vida a otro sitio. Yo lo que es mañana mismo agarro para donde sea.
• Por mi parte estoy de acuerdo. ¡ Qué hacemos aquí pues? - afirmó Hortensio.
• Por lo que a mi persona se refiere, mañana mismo armamos viaje - dio su palabra también Arnaldo.
LA PARTIDA. :
Al
día siguiente, de madrugada, ensillaron sus flacos jumentos, se
despidieron de sus mujeres y de sus hijos hijos, y emprendieron viaje
hacia donde los llevara la ventura. Muy penoso, pero bien resuelto,
salieron de aquel caserío cerreño.
Deambularon días sobre días
pasando las de Caín, atravesando cerros, cañadas, caseríos, ya por
senderos peligrosos, ya por anchos y descuidados caminos. Por todos
lados abundaba la desolación, hasta que por fin, como no hay mal que
dure cien años ni cuerpo que lo resista, se encontraron con un fundo de
regular extensión. El dueño era un señor ya anciano y bastante
bondadoso. Para suerte de ellos empezaba la siembra y necesitaban
trabajadores.
• Bien. muchachos,
como ustedes son de lejos, además de su jornal tienen comida y
alojamiento gratis -¡les ofreció don Arturo, el anciano patrón.
Gracias señor — habló Domingo a nombre de los tres amigos - Nosotros queremos pedirle otro servicio.
•. Si es que se puede, de mil amores - respondió buenamente el anciano.
•
En vista de que ya tenemos aseguradas la comida y la posada, queremos
que nuestros jornales nos sean guardados por usted hasta el día en que
nos vayamos de aquí, ya que hemos venido a buscarnos la vida por estas
lejanías para llevar alivio a nuestros hogares el día que volvamos.
• De acuerdo, muchachos, me comprometo a guardar vuestros jornales. :
Así
fue como los tres jóvenes amigos trabajaron durante numerosas campañas
agrícolas para aquel señor, sin ver a sus familias y sin poder mandarles
nada por la gran lejura que los separaba de sus hogares. Lo único que
los sostenía en el pensamiento de ahorrar lo suficiente, como para
recompensar a sus seres queridos por las grandes penurias que sin duda
estarían pasando.
.
EL REGRESO Y LOS TRES CONSEJOS.
A los quince
años de su partida, sintieron fuerte el apego a la querencia y
decidieron volver. Luego de la faena, a eso de las tres de la tarde, se
dirigieron a la casa hacienda donde fueron recibidos por su patrón.
•
Don Arturo, hemos tomado el acuerdo de volver el día de mañana a
nuestros ranchitos - le hizo conocer Domingo - han sido muchos años
lejos de nuestras familias y queremos que tenga listo nuestros jornales
para mañana temprano, ya que partiremos de madrugada.
: El anciano; bastante apenado los hizo
pasar a la sala de su mansión. Luego entró a uno de los cuartos de donde
regresó con tres bolsas de cuero completas de dinero. '
. . • Aquí están
sus ahorros, muchachos: ni un real menos ni un real más.
Los tres
amigos miraron muy contentos los cargados y sonantes talegones, fruto de
su laborioso trabajo y agradecieron al anciano de tantas facilidades
que les había brindado.
• Yo. también estoy muy agradecido por vuestra buena compartía a
lo largo de lodos estos años. Como muestra de mi profundo
agradecimiento y en mérito a que ustedes han laborado con honradez y
sacrificio, quiero hacer un trato con ustedes.
• ¿Un trato?
" Si, un trato.
" ¿Que trato es ese, don Arturo?
• Yo les propongo un cambio.
" ¡ ¿Un cambio?!
•
Si, un cambio. Yo les doy tres buenos consejos que van a serles muy
útiles en sus vidas, a cambio de vuestros jornales. Los consejos se los
anuncio en estos momentos y tiene toda la noche para pensar si es que se
los llevan o no. Pero el que acople llevarse los tres consejos, me
dejara sus ahorros; y el que no desea tomarlos podrá llevarse su dinero.
• Pero, patrón, si aceptamos los consejos ¿que llevaremos para nuestros hogares? - habló Hortensio.
•
Yo lo que es, patrón, no cambio mis jornales por nada - adelantó muy
resuelto, Arnaldo. Domingo, que escuchaba atentamente, intervino.
•
Bueno, amigos. Don Arturo ha sido claro. Nada perdemos con escucharlo.
Dejemos que nos diga sus consejos. Y ya después, cada uno verá...
El anciano habló con solemnidad:
•
Los consejos son los siguientes: El primero: "Nunca dejes lo viejo
por lo nuevo". El segundo: "Nunca preguntes lo que no te conviene". Y el
tercero: "Nunca te dejes llevar por el primer impulso".
Los tres amigos escucharon con atención aquellos consejos que
por primera vez conocían. El anciano los despidió diciéndoles:
• Entonces, tienen plazo hasta la hora de su partida para que me den su última palabra. ¿De acuerdo? ...
• De acuerdo. - respondieron los tres amigos. . . .
Se encaminaban a la casa donde se alojaban. Hortensio y Arnaldo ya habían tomado su decisión:
• Ni locos para aceptar el trato; quince años de trabajo por tres consejos, esta fregado.
Pero
si nos pide tan alto precio por esos consejos es que deben valer
verdaderamente. - les alegaba Domingo, si pueden valer, pero si los
tomamos ¿ qué llevaremos para nuestras chozas?.
Hortensio y Arnaldo.
realizada ya su elección, dormían plácidamente. Domingo, sin embargo, se
daba vueltas y más vueltas sobre la barbacoa, pensando y repensando
sobre los tres consejos. Mas se inclinaba por llevárselos, pero lo
detenía el tener que regresar con las manos vacías después de tantos
años de ausencia. Era ya cerca de la media noche cuando tomó su
decisión. "Bueno, después de todo, hasta aquí he vivido la vida a la mas
que nunca, sin ninguna ayuda que me oriente en la vida; y un buen
consejo es una buena estrella para no cometer errores graves. Lo único
que he podido aprender es a leer y a dibujar algunos garabatos, y uno no
sabe lo que hay detrás de la vida... Por último ¿que de raro tiene que
sin plata haya venido y que sin plata me vaya?"
Al día siguiente, no
bien empezaron a rebuznar los burros y a cantar los chilalos, se
levantaron los tres amigos. Mientras arreglaban sus alforjas. Domingo
les dio a conocer sus decisión y las razones que lo habían llevado a
tomar los consejos. Sus amigos, asustados, trataron por todos los medios
de hacerlo cambiar de parecer. Pero no lo consiguieron.
Se
presentaron ante don Arturo y cada uno le fue manifestando su decisión.
Hortensio y Arnaldo recibieron sus sonantes bolsas de cuero. A Domingo
le dijo;
• Acuérdale de los tres consejos. Ten presente lo que te
han costado. Recuerda: "Nunca dejes lo viejo por lo nuevo". "Nunca
preguntes lo que no te conviene" y "Nunca te dejes llevar por el primer
impulso". De esta manera, los tres amigos, después de quince años,
emprendieron el regreso a Jaguay Alto. Marchaban a prisa, ansiosos por
hallarse de nuevo en sus hogares. Querían enterarse cuanto antes de la
situación de sus familias. ¡Cómo las encontrarían!.
EL PRIMER CONSEJO
Durante
quince días cabalgaron sin ninguna novedad, hasta que se encontraron
con un desvío, con una ruta nueva que no conocían. A la entrada de ese
sendero estaba plantado un letrero que decía: A QUEBRADA HONDA - 15
DÍAS. Quebrada Honda era el lugar más cercano a sus hogares.
" Con este caminito nos ahorraremos unos quince días de viaje. - se entusiasmaron.
Uno
tras otro entraron por aquel sendero. Habían avanzado unos cien metros
cuando, de repente. Domingo detuvo bruscamente su cabalgadura. En su
mente había estallado como un dinamitazo el primer consejo del anciano:
"Nunca dejes lo viejo por lo nuevo".
• ¿Qué pasa. Domingo?-se sorprendieron sus amigos.
•
Muchachos, creo que es mejor ir por el otro camino; es un a ruta que
ya conocemos. Pero es muy larga, son quince días más de viaje.
• Si, pero es más segura. Miren hacia donde va a parar ese sendero: a esa cerrería que no conocemos.
Se
formaron dos bandos. Domingo que se apegaba a uno de los consejos que
llevaba y que tanto le había costado, Y el otro bando formado por
Hortensio y Arnaldo quienes querían llegar cuanto antes a sus chocitas.
Como nadie daba su brazo a torcer, se vieron obligados a separarse. Muy apenados se despidieron con fuertes abrazos.
• En Quebrada Honda te dejaremos noticias nuestras. - le prometieron Hortensio y Arnaldo a su amigo
Domingo desando el camino y tomó nuevamente la ruta conocida.
Después
de treinta días llegó al caserío de Quebrada Honda. Lo primero que hizo
fue averiguar por sus amigos. Para ello se encamino a un pequeño
ranchito donde vendían comida, chicha dulce y licores. Luego de saludar,
preguntó a la mujer que atendía la venta:
• Señora. ¿por casualidad no han dejado por aquí algún recado, dos amigos? "
¿Usted es Domingo? - lo miró con curiosidad la mujer.
• Así es, señora, un servidor.
•
Pues le tengo malas noticias de sus amigos - se apresuró a informarle
-. Quien ha estado aquí ha sido Arnaldo, vino lodo ensangrentado el
pobre: dice que en lo alto de la cerrería les salió al encuentro una
fuerza de forajidos y que después de robarles todos sus jornales les
dispararon con sus carabinas. A Hortensio lo mataron: Arnaldo tuvo
suerte porque lo hirieron en el hombro y los facinerosos lo dieron por
muerto... .
• Bendito
sea Dios, y yo que tanto les porfié para ir por el camino que ya
conocíamos - se lamentaba Domingo, llorando por la triste suerte corrida
por sus buenos amigos y, sobre todo, por el desdichado Hortensio que
había dejado sus huesos por esas cerrerías desconocidas.
• Por esas
rutas siempre asaltan - continuaba la mujer - los bandoleros han hecho
sus guaridas por esos cerros porque la gente para ahorrarse camino se
mete por esos lugares sólidos. : Y
• Y ¿ Dónde se encuentra Arnaldo?
•
Aquí estuvo como una semana curándose las heridas, pero hará unos tres
días que se fue. Nos encargó que le avisáramos que va avanzando hacia
una hacienda que está como a un par de días de aquí; es de un tal don
Damián Bellido, que dicen que está medio loco. Quería trabajar unas
semanas en esa hacienda para llevar algo siquiera a su casa, porque esos
bandidos lo han dejado en el aire, con la ropa que lleva puesta nomás.
:
Aquel día reposó en Quebrada Honda. Al día siguiente, continuó nuevamente su camino. EL SEGUNDO CONSSJO.
Cabalgando
fuerte y descansando algunas horas, al medio día siguiente, logró
divisar el río Chira que en esa parte de su recorrido, sirve de límite
fronterizo con el Ecuador. Las aguas cristalinas corrían provocativas y
abundantes. Luego de darse un refrescante y reparador baño, cruzó los
linderos de la hacienda de don Damián Bellido, que estaba situada en la
margen izquierda del río Chira, en el lado peruano.
A medida que se
acercaba a la casa hacienda le llamaba muchísimo la atención el abandono
que allí campeaba. No había gente trabajando y aunque las tierras se
veían buenas y productivas, estaban siendo invadidas por los overales y
"borracheras". Los árboles frutales empezaban a secarse. Aquello más
bien parecía un lugar habitado por fantasmas.
Cuando llegó a la
casona, aparecieron cuatro perros enormes que con furiosos ladridos se
le fueron acercando peligrosamente. Sacando su lampa que iba en la grupa
del burro se dispuso a defenderse. De pronto, chirrió la puerta de la
mansión y apareció un hombre barbudo y robusto. Era don Damián Bellido.
Quietos ¡Vamos, adentro! - gritó con una
voz tronante que se paseó por la desolada hacienda. Los perros volvieron
a ocultarse de inmediato.
" Buenas tardes, señor - saludó Domingo
haciendo un gesto de atención con el sombrero - Ando en busca de
trabajo. Esta hacienda no se trabaja ya, forastero; pero pase, tiene
traza de haber cabalgado duro. Le invitaré algo de comer.
A
diferencia de lo que pasaba con la hacienda, en el interior de la casa
todo era asco y orden. Domingo saludó a una jovencita vestida con ropa
muy limpia, pero remendada, que caminaba con dificultad y limpiaba a
cada momento muebles, piso y paredes. El ruido metálico que producía al
caminar le hizo bajar la mirada hacia los pies de la adolescente. Se
horrorizó cuando su mirada tropezó con gruesas cadenas que se
enroscaban sobre los tobillos de la simpática jovencita.
:
" Tome asiento - le invitó el hacendado, señalándole una
silla del bonito comedor de caoba que se hallaba en la sala. Luego
ordenó con dureza a la encadenada joven: - hija, tráenos algo de comer.
:
Domingo profundamente extrañado por el abandono de la hacienda y por el encadenamiento de la jovencita, se aprestó a preguntar.
• Disculpe, don Damián...
En
aquel instante sintió como un latigazo y le vino a la memoria el
segundo consejo del anciano: "Nunca preguntes lo que no te conviene". Ya
no se atrevió a lanzar la pregunta.
¿ Decía usted? - lo interrogó a su vez el hacendado con una mirada maligna que lo atemorizó. :
•
Mucho le agradecería que me regale un poco de agua para tomar; la sed
es la que más me mata - disimuló por su parte Domingo.
• Trae agua, hija! - gritó en un todo que demostraba desencanto.
La
joven con gran dificultad le llevó el agua; después sirvió deliciosos
platos de comida. Domingo comió hasta chuparse los dedos, dejando
algunos restos nomas.
• Ven. Hija, come- señaló hacia el piso don Damián.
La
encadenada se arrodilló debajo de la mesa y el hacendado empezó a
tirarle las sobras de la comida. La joven los recogía y se los llevaba a
la boca.
Ante este triste espectáculo. Domingo se frotaba los ojos
creyendo que era una pesadilla la que estaba viviendo. Aquello era el
colmo de los colmos. Su curiosidad empezó a desbocarse y sintió el
fuerte impulso de averiguar los motivos de tan extraña situación. Pero,
nuevamente volvió a golpear su memoria el segundo de los consejos
comprados a cambio de quince años de grandes esfuerzos y sacrificios:
"Nunca preguntes lo que no te conviene". Trató de frenar la curiosidad
que lo hincaba. Todo esto es muy raro. Quién sabe si con mis preguntas
desato un aguacero de malos recuerdos y pasiones que me hagan salir mal
parado". Se hizo él firme propósito de apegarse fielmente al segundo
consejo.
El hacendado, por su parle, lo estudiaba con gran
curiosidad, como si esperase algo de él. Domingo se levantó de la mesa
para despedirse.
• Muchísimas gracias por su hospitalidad, don Damián; ahora tengo que irme porque todavía tengo un largo trecho por delante.
•
Pero, amigo, cómo se va a ir. Se le nota muy cansado, quédese a cenar
con nosotros y duerma aquí. Mañana ya mas descansado podrá seguir viaje
a su cerrería. Vamos, acepte por favor.
• Bueno, no me caería mal descansar bien durante una noche.
• Hija. j prepara un cuarto para nuestro huésped!.
Durante
la cena se repitió la misma situación de la anterior comida. Luego, fue
guiado a uno de los dormitorios donde cayó pesadamente.
Al día
siguiente se levantó muy temprano dispuesto a salir rápidamente de allí.
En la sala lo esperaba el hacendado con el desayuno servido.
.
Mientras desayunaba, la joven volvió a recoger
las migajas que el despiadado padre le arrojaba. Una vez que hubo
terminado el desayuno:
• Muchísimas gracias por su hospitalidad, don
Damián; a usted señorita, muchas gracias también. Ahora si tengo que
seguir mi camino.
El hacendado lo acompañó a la puerta, incluso lo ayudó a ensillar su burro. Montó y empezó a alejarse de aquel lugar extraño.
De pronto unos gritos lo detuvieron :
•¡ Amigo, espere! ¡ Deténgase por favor!
Volvió su cabalgadura. Era don Damián que gritando, corría hacia el.
• ¿ Qué pasa? - preguntó extrañado-
• ¡ Necesito hablar con usted!
• ¿Hablar conmigo? ¿Sobre qué?
•
Pues, sobre todo lo raro que le habrá llamado la atención aquí, sobre
mi descuido personal, sobre el porqué no se trabaja esta hacienda. Pase
por favor a la casa - suplicó.
• Bueno, don Damián, si eso es lo que usted quiere.
Otra
vez se encontró en el interior de la casona. El hombre a penas vio a su
hija se apresuró a sacar de uno de sus bolsillos de su pantalón, unas
llaves y la liberó de las pesadas cadenas. Sollozando amargamente curó
los lastimados tobillos de la desdichada joven, quien al verse libre de
aquel martirio derramó muchas lágrimas de alegría. La que más le
emocionaba y enternecía era la humanidad que su padre le volvía a
mostrar después de tantos años.
Domingo miraba extrañado todo aquello. Su asombro fue mayor cuando el barbudo hombre le dijo:
•
Muchas gracias, amigo, muchas gracias por haberme liberado a mi hija y
a mi de esta situación tan inhumana; usted me ha liberado de una
espantosa locura a la cual estaba encadenado por una terrible promesa
que hice hace muchos años, llevado por el rencor y el odio.
• Francamente, don Damián, que no entiendo nada de nada.
•
Le explicaré. Todo empezó hace unos diez años. Antes era un hombre
feliz, tenía una esposa bellísima y esta hija que junto con la hacienda,
eran la pasión de mi vida lo eran todo para mí. Esta era la hacienda
más próspera. Pero, desgraciadamente mi esposa me traicionó con un
hombre a quien le brinde mi hospitalidad y fugó con ella. Lleno de odio y
de celos me dedique a buscarlos y no paré hasta encontrarlos y darles
muerte. Perdí interés por todo y me volví un ser terrible y maligno;
encadene a mi hija y me hice la inhumana promesa de mantenerla así y
tratarla como a un animalito. Sólo la liberaría de esa situación, el día
que un hombre a quien brindara mi hospitalidad mantuviera una conducta
irreprochable, incluso que no demostrara la más leve curiosidad
impertinente por lo que aquí viera. Por ello, a todo el que pasaba por
aquí le ofrecía mi hospitalidad, pero ni bien pisaban la casa, de
inmediato su curiosidad se desbocaba y querían averiguar hasta el mínimo
detalle. Para esos impertinentes me había hecho la promesa, también, de
castigarlos con la muerte. Acompáñeme.
Lo llevó hacia un enorme
caserón que se encontraba cerca del río. Abrió de par en par unas
pesadas puertas y. ante los ojos de Domingo, aparecieron cadáveres de
numerosos ahorcados que lo llenaron de horror. Pero más grande fue su
espanto y su tristeza, cuando alcanzó a ver el cadáver de su amigo
Arnaldo.
• Fíjese, usted, todos
los crímenes que he cometido llevado por mi diabólica promesa. Gracias a
usted ha llegado el momento de pagar por mis crímenes - mientras
hablaba se ocultaba el rostro con sus velludas manos.
Las lagrimas
rodaban por el curtido rostro de Domingo: sus dos mejores amigos habían
perdido la vida lejos de sus familias y de su terruño, la tan amada
cerrería de Jaguay Alto.
El hacendado por su parle seguía hablando con voz tronante.
•
Paro aquel hombre extraordinario, capaz, de sofrenar su lengua y
curiosidad, me había prometido otorgarle una recompensa también
extraordinaria: la mitad de mi fortuna que es enorme y la mitad de mis
tierras. Haré un testamento a favor suyo y de mi hija. Luego me
entregare a las autoridades. Ahora comprenderá, usted, porque le estoy
muy agradecido.
Dos días después, con un documento que lo convertía
en rico propietario y dueño de un considerable capital. Domingo; enrumbó
a la cerrería de Jaguay Alio. iba con el pensamiento de traer a su
familia a las tierras que había ganado con el segundo de los consejos.
EL TERCER CONSEJO
Domingo
avanzaba contento, entristeciéndole únicamente las trágicas muertes de
sus queridos amigos con quienes compartiera penas y alegrías desde muy
pequeño. Pero se había hecho la noble promesa de ayudar a las familias
de sus amigos y darles parte de su fortuna. Por eso, además de la briosa
mula que ahora montaba, llevaba una piara de burros con abundantes
regalos. Se felicitaba por haber aceptado el cambio de sus jornales por
los tres consejos: de lo contrario, en lugar del contento que llevaría a
las tres familias, quizás se encontraría con sus pobres huesos regados
por tierras ajenas. Los que más le agradaba era la justa recompensa que
daría a los tres hogares por la larga espera, por el sufrimiento y
penalidades que, sin duda habían pasado.
Animado por esos
pensamientos, avanzaba sin descanso. Tres días después, en un amanecer,
alcanzó a divisar las chocitas de Jaguay Alto. A medida que se acercaba,
su gozo iba en aumento. En el amplio corredor de su choza se encontraba
una señora.. ¡ Era la Santos, su mujer!. Se puso loco de contentó.
Estaba tendiendo unos sacos vacíos, un tendal, donde seguramente iba a
desparramar el maíz para que se asolee. De pronto, una presencia lo
estremeció. Por detrás de la casa apareció un hombre ensillando un
burro. La mujer entro y salió portando un chanchero que entregó al
hombre. "El fiambre", pensó. El hombre, un mocetón, se acercó a la mujer
y la besó cariñosamente. . :
Su
pensamiento fue ligero. Todas sus ilusiones y alegrías se derrumbaron.
Preso de la cólera sacó su garantizado, un filoso machete, y clavó las
espuelas en su cabalgadura. Por su familia había salido en busca de
nuevos horizontes, pasando penurias y hasta en peligro de perder la vida
como sus desdichados amigos. Y su mujer lo engañaba miserablemente. Se
sentía humillado, pero estab decidido a terminar con la vida de su mujer
y de su amante.
El sombrero voló de su cabeza por la loca carrera
que llevaba. En medio de la tormentosa oscuridad que lo envolvía como el
resplandor de un relámpago, lo estremeció el tercer consejo del
anciano: '"Nunca te dejes llevar por el primer impulso". Frenó la
desbocada carrera de su mula. Ya estaba junto al corredor de su ramada.
El hombre que se encontraba montado ya en el burro, y la mujer lo
miraron con extrañeza.
• ¿Qué se le ofrece, señor? - le preguntó su mujer.
• De tal manera que no me ha reconocido - pensó - No en vano han sido quince largos años lejos de ella".
• Soy comerciante, señora - mintió- vendo telas buenas y baratas.
• ¿No lleva, por casualidad, pantalones de hombre?
• Claro que si. ¿De qué talla desea?
• Como para este muchacho - dijo señalando al mocetón - es mi hijo que quiere acompañarse ya.
¿Tu hijo? i Mi hijo! - gritó loco de contento, pues amaba a su mujer.
• ¡ Qué sonso, dejé a mi pequeño Segundo Domingo de ocho años, ahora debe tener veintitrés, pues!
• ¡Mujer! ¡ Hijo! ¿Es qué. acaso no me reconocen? ¡Soy Domingo! – se dio a conocer.
•
La mujer lo miró detenidamente. Al reconocerlo, fue enorme su
alegría. Se estrecharon con un fuerte y amoroso abrazo ante los gritos
de júbilo de su hijo. :
Tal como lo había prometido, ayudó a
los familiares de sus amigos y se estableció con su mujer y su hijo en
la parte de la hacienda que heredara de don Damián Bellido. Nunca se
cansaba de contar su gran aventura a familiares, amigos y visitantes. Y
hasta hoy, pese a que han transcurrido muchísimos años, todavía se sigue
contando en esta parte de la frontera la historia de Domingo con el
nombre de "Los tres amigos y los tres consejos".
De esta manera brillante remató su relato don Fermín, el cerreño.
Cuando
bajaba por el sendero de la colina hacia la carretera que conduce al
caserío de Playas de Romeros, empecé a pensar en el espíritu y las
incidencias de aquella historia. Una historia que se ajustaba de manera
biunívoca y perfecta con esta soberana quietud de la frontera.
Las sombras, cada
vez más densas, acrecentaban el augusto y cósmico silencio que reina en
estos alejados y abandonados limites de nuestra patria. Uno tiene la
impresión de que los habitantes de estas soledades consideran esta
tierra como un espacio esencial, como una dimensión irremplazable que
les permite fundirse con algo que les semeja a; la eternidad...
. (GENARO MAZA VERA )A modo de reflexión:
1.- ¿ Crees que valió la pena que Domingo cambie todo su jornal por los consejos del anciano?¿Por qué?
2.- Si hubieras estado en el lugar de Domingo ¿qué decisión hubieses tomado?
3.- Crea una situación en la que tengas que aplicar o tomar en cuenta uno de los tres consejos que ofrece la lectura.